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miércoles, 9 de mayo de 2012

La infancia bajo control desde una mirada pedagógica - Segundo Moyano


Lecturas Críticas 10 - Hacia el Forum de Sevilla

La infancia bajo control desde una mirada pedagógica

Segundo Moyano
Educador social y Doctor en Pedagogía. Profesor del Grado de Educación Social
Universitat Oberta de Catalunya

Para iniciar estas palabras, aclaro que mi posición de partida se sostiene en el campo de las instituciones de protección a la infancia. Por una parte, porque es una de mis áreas de estudio, y por otra, porque durante muchos años he trabajado como educador social en una de esas instituciones. La importancia de la aclaración se articula en torno a la consideración histórica de esas otras infancias (por ejemplo, las acogidas en instituciones de protección) alejadas de los discursos hegemónicos. En este caso, al discurso escolar de la infancia. Es por este motivo, y no otro, que las resonancias al asociar infancia y control no me son nuevas. Es más, algo de un retorno aparece, que rememora las palabras de Jacques Donzelot, cuando ya en los años 70 sitúa a finales del siglo XIX la confluencia de dos concepciones de la infancia. Por un lado, la idea de una infancia en peligro, desprotegida y amenazada; y por otro, una infancia peligrosa que resulta amenazante. Donzelot sostiene que ambas concepciones tienden a diluirse, considerando finalmente a la infancia en peligro como realmente peligrosa. El siglo XIX ( y parte del XX) significa la construcción de un nuevo imaginario social respecto de la infancia, depositándose en ella el anhelo de cambio, la asociación entre infancia y futuro, y la consolidación de un nuevo modelo de sociedad de progreso que deposita las esperanzas en la infancia. El resto del siglo XX se iba a encargar de cercenar algunas de esas imágenes, de alentar otras y de procurar nuevas consideraciones en torno a la atención y la educación de los niños. Como ejemplo sirva que si bien “la escuela liberó al niño” (Lozano, 1994; 93), también la escolarización supuso una “maquinaria de gobierno de la infancia” (Varela, Álvarez-Uría, 1991: 14); por lo que la historia moderna y contemporánea de la infancia está salpicada de contradicciones sociales y educativas, de vaivenes estatutarios de la infancia, y de diferentes ubicaciones del niño en las escenas sociales.



Volviendo a la aportación de Donzelot, parece que es la peligrosidad el sustento amenazante que dispara el ejercicio actual de diferentes dispositivos de control de la infancia: la contención, la medicalización, la judicialización, la criminalización, la evaluación constante… Sin duda, algo de esa dilución señalada por Donzelot se ha traspasado a la consideración actual de la protección y del control. En estos términos, no sorprende ciertos usos de las palabras “protección a la infancia”, donde escuchamos y leemos “protección de la infancia”. Protegernos, exactamente, ¿de qué? Desde una mirada pedagógica, que no estrictamente escolar, se observa una posible malinterpretación del acto de proteger, excesivamente escorada hacia el cuidado y la atención. Es decir, delimitar la posición protectora a la crianza. Ahora bien, circunscribirla sólo a esos elementos, deja a la protección huérfana de propósito. Es decir, crianza ¿para qué? Es posible, entonces, que ese hueco sea terreno abonado para la aparición, el sostenimiento y la profusión del control en sus formas más perversas. No obstante, no vamos simplemente a ubicar a la educación como parte contrarrestante del ejercicio abusivo del control en torno a la infancia. Si no que, de manera más compleja, convergen diferentes elementos que implican que, ante el vacío que significa tener que preguntarse como adulto qué, cómo y para qué hacer con la infancia respecto de su educación y sus cuidados, lo que surge en la actualidad es una amalgama pseudoeducativa, con tintes de elucubraciones psicologicistas y profilácticas, basada en la, ya sí, completa dilución de la infancia en peligro en infancia peligrosa.

Las incertidumbres propias de la apuesta educativa, el enigma del sujeto de la educación, la sorpresa de los encuentros, son inherentes al ejercicio adulto del acto educativo. Si estos aspectos son reemplazados por la certeza de las necesidades, por la transparencia del sujeto, y por la seguridad de las mediciones evaluadoras y los indicadores científicos, lo que sin duda aparece son instrumentos alejados del compromiso pedagógico de la responsabilidad, la ética y el deseo de educar.

Así pues, en el campo pedagógico, el control se alinea con el sometimiento a propuestas que no vinculan a la infancia con el mundo, sino que viene a dar respuesta “científica” y contundente a la desorientación educativa propia de lo actual, donde el no saber es insoportable,  donde la predicción sustituye al porvenir, y donde la clasificación cuasi entomológica (Núñez, 2010) de las infancias permite descubrir antídotos prêt-à-porter.

Abril 2012

4 comentarios:

  1. Josefa Estepa Martín9 de mayo de 2012, 13:41

    Habría que refrescar algo de María Zambrano, no dimitir en la función educadora. Está claro que la apuesta educativa conlleva incertidumbre y riesgos, pero si la queremos viva no la podemos enlatar en el control (médico, psi, etc)

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  2. Hola Josefa. Totalmente de acuerdo contigo, aunque no tengo tan claro que en la actual comunidad educativa se tenga tan presente que la incertidumbre y los riesgos están en el quehacer educativo, sino que precisamente la ausencia de esas consideraciones son las que, creo, alimentan ciertas políticas de control. Por supuesto que hay que incorporar a María Zambrano en relación a la función educativa. Gracias por tus comentarios. Un abrazo. Segundo Moyano

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  3. De acuerdo, Segundo. Si lo tuviéramos más presente otro gallo nos cantaría. Un abrazo. Josefa

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  4. La sorpresa de los encuentros en la educación, maravillosa herramienta educativa dejarse sorprender por los niños.

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