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miércoles, 30 de mayo de 2012

Adolescencias por venir. O identidad o deseo - Fernando Martín Aduriz


Lecturas Críticas 13 - Hacia el Forum de Sevilla

Adolescencias por venir. O identidad o deseo.

Fernando Martín Aduriz. Psicoanalista en Palencia. Miembro de la ELP-AMP. Psicólogo y Psicopedagogo.

Optar por la consolidación de la identidad del adolescente, alimentar ese apetito insaciable, o apoyarle en la búsqueda de su deseo aparece como la disyuntiva central en el enfoque del tratamiento del adolescente, en el trabajo analítico con las adolescencias que vendrán.

Si optamos por entrenar al adolescente, ser su ‘coaching’ y su guía, tarde o temprano nos propondremos como ejemplo a seguir, y se identificará con nosotros. Y quien más quien menos podrá sacar de la chistera siempre ideas, ideales, valores, habilidades, actitudes a transmitirle, y el adolescente, y sus padres, se verán reconfortados al quedar fijados a una posición yoica, cuando no congelados en una posición subjetiva, eso si, estable y no perturbadora. Y asimismo si nos precipitamos a comprender, y les decimos que les comprendemos, justo cuando ellos están más perturbados y perplejos en el instante de los revoltijos identificatorios, obtendremos su odio o su silencio cómplice y un aplazamiento del auténtico lugar de su autorización para hacer cosas en la vida.

Nuestra opción, nuestro enfoque como psicoanalistas de orientación lacaniana es justamente la del deseo, la de obtener que el adolescente obtenga autorización en su deseo, que siga la pista de su deseo, que busque y rebusque en conocer lo que desea para en un segundo tiempo preguntarse si lo quiere o no.  Lacan lo ejemplificó en la pregunta ¿has actuado conforme a tu deseo? Y enseñó que no hay un sujeto previo al acto sino un acto, y después la asunción de las consecuencias. Los adolescentes tienen acción y poco acto. En esto se igualan a los políticos. Y es porque hacer, ser activos, subir y bajar, ser hiperactivos, en general calma la angustia. Pero un acto exige después responder de sus consecuencias, lo que no es posible en la adolescencia mientras el deseo no sirva para autorizar dicho acto.

Y ahí los psicoanalistas entramos en escena como secretarios del adolescente. Nunca como controladores de sus conductas y sus pensamientos ni amos del saber, nunca como genios del conocimiento.

Desde este hilo conductor podemos leer el libro de reciente aparición, Adolescencias por venir[1], de la Colección de la ELP y que edita Gredos. Libro que he compilado y que contiene diecisiete textos de psicoanalistas que laboran con adolescentes.

En los textos se puede rastrear esta cuestión de favorecer la estela del deseo y no de la identidad. Con mayor claridad en el de La Sagna, titulado La adolescencia prolongada, ayer, hoy y mañana. Allí recuerda algo que se suele olvidar, y es que «no es la identificación la que permite el acceso al objeto, sino que más bien es el encuentro con el objeto y su pérdida lo que produce una identificación.» Asimismo resume nuestro pensamiento acerca de ese porvenir: «La sociedad propone que seamos eternamente adolescentes, siempre dispuestos a algo que va a venir y que no llega, siempre a punto para entrenarse en algo que va a venir», lo que nos conduce al alto valor que se da a la adolescencia generalizada.

El trato con los solitarios reunidos por usar la expresión de Winnicott, con esa reunión permanente de solitarios que son los adolescentes, pone a prueba nuestra posición ética como analistas de orientación lacaniana. Quizá en ese encuentro entre un analista y un adolescente se lea mejor el paradigma de lo que Lacan enseñó acerca de situarnos en la posición de objetos causa del deseo.

El ejemplo en mi práctica estos días con tres adolescentes, un hacker, una friki y un perfecto ‘hikikomori de media jornada’, me enseña que en nuestra época si se recurre al psicoanalista en un primer tiempo es para buscar un tratamiento estandarizado, que acalle el sufrimiento y calme la angustia de los padres y normativizar. Controlar.

Y que nuestra ambición puede ser, –con un cálculo estratégico que permita una táctica distinta en el marco de nuestra política del síntoma– ofrecer un segundo tiempo: el de ayudar a aclarar la causa, el de orientarnos por lo real en juego, el no engordar el síntoma buscando un sentido, sino como enseña Jacques-Alain Miller, precisamente tener muy presente que leer un síntoma es privar al síntoma de sentido.

Nada, pues, de fijar al adolescente a una posición de identidad fuerte, sino de operar como causa de su deseo, para que encuentre el suyo y en él se autorice.

No al control del adolescente. Sí a ayudar en tanto secretarios del adolescente.

[1] MARTIN ADURIZ, F., (compilador), Adolescencias por venir, Gredos, Col. ELP, Madrid, 2012.

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