II FORO: LO QUE LA
EVALUACIÓN SILENCIA
"Las Servidumbres Voluntarias"
"Las Servidumbres Voluntarias"
MESA 4: Invención
mejor que servidumbre. Coordinada por Fernando Martín Aduriz
El ojo del amo
engorda el caballo. Emprender u obedecer esa es la cuestión. (sin
texto)
José María Pérez
"Peridis"
Literatura y
época (sin texto)
Ignacio
Echevarría
Prensa y
política, una relación no del todo confesable
José María
Crespo
Servidumbre
voluntaria: ¿cangrejo ermitaño o cangrejo herradura? (sin
texto)
Juan Carlos
Rodriguez
Notas sobre el
insulto como modo de la política
Miriam
Chorne
José María Crespo. Director de Relaciones Institucionales de
PÚBLICO
Prensa y Política: Una relación no del todo
confesable
El título de esta mesa redonda es la definición perfecta
del conjunto de relaciones que se forjan alrededor de los políticos y los
periodistas. Cada uno en su papel, e incluso cruzándose en algunas ocasiones
para invadir la misión del otro, representantes de los ciudadanos y encargados
de trasladarles la información mantienen desde hace siglos un matrimonio
indisoluble en el que el amor, el odio, las pasiones y los secretos subyacen
bajo las informaciones que cada día son publicadas en los diferentes medios de
comunicación.
Porque a nadie se le escapa que el político no cuenta
todo lo que sabe, ni el periodista escribe todo lo que llega a sus oídos. En la
administración de esa información, de los tiempos y la coyuntura
adecuada reside la verdadera maestría de unos y otros para conseguir sus
objetivos.
Si los intereses de los políticos están íntimamente
relacionados con el poder y su mantenimiento gracias al apoyo de los ciudadanos,
en los medios de comunicación la cuenta de resultados es una espada de Damocles
a la que nadie puede ser ajeno en la estructura del medio. Cierto es que la
jerarquía dirigente en la redacción intentará preservar por todos los medios a
sus redactores de la “contaminación” que supone en el proceso de informar el
hecho de pensar en la inversión publicitaria, pero obviar este pequeño detalle
sólo llevará a los periodistas a hacerse trampas al solitario. El medio de
comunicación precisa de ingresos para subsistir y cumplir con su misión de
informar, y a veces esa misión entra en conflicto con los intereses económicos
que pueda tener la empresa editora. ¿Qué cómo se solucionan habitualmente estos
conflictos? Mal. Para que nos vamos a engañar. Quizás también esa sea la esencia
de la profesión periodística, destinada a entregar la espada cuando tiene
delante una batalla que no puede ganar.
En la relación con los políticos, estos siempre
recurrirán a la presión extrema para evitarse informaciones que pueden
perjudicarles a ellos directamente o al partido al que se deben, y en ese juego
entrarán los intereses económicos sin remedio. Hay que decir que los periodistas
no han hecho mucho por formar líneas de frente claras y concisas. Quizás estemos
ante una de las profesiones peor articuladas a nivel sindical y asociativo y,
pueden preguntarle a cualquier profesional, de entre las menos solidarias entre
compañeros del gremio. Estos agujeros siempre han sido aprovechados por aquellos
que han pretendido quebrar la firmeza de un director o redactor, laminando sus
apoyos en la cúpula empresarial del medio y dejando que los silencios habituales
de la profesión hagan el resto por abajo.
Pero cuidado. No querría que de mis palabras se
trasladase que siempre son influencias ajenas las que llegan hasta los
periodistas. Como decía al principio, en muchas ocasiones han sido estos los
primeros en traspasar todas las líneas rojas para querer hacer el trabajo de los
políticos, trasladando a la sociedad unos nuevos roles que muy pocos entendían.
El periodista-político, erigido en la atalaya de su influencia y fama, sobrevive
a los gobiernos de uno y otro signo, y pretende que el inquilino de La Moncloa
se incline ante su innegable poder ganado por la confianza de… ¿300.000
ciudadanos?
Porque no nos equivoquemos. En el fondo, la influencia
de la profesión periodística es cada vez menor. Podemos echarle la culpa a las
nuevas tecnologías, que permiten que cada persona pueda generar opinión y ser
expandida a los cuatro vientos, o a esas prácticas que laminaron la credibilidad
de los medios gracias al periodismo de trinchera. Hoy día, la inmensa mayoría de
las personas ven a los medios de comunicación como una prolongación más de los
partidos políticos, y en muchas ocasiones no les falta razón. Hay cabeceras que
pagan ese precio sin merecerlo, y otras que lo llevan a gala, sin esconderse.
Esto último, con todos los respetos, devuelve a los periódicos o medios a sus
orígenes como panfletos de los partidos políticos. En todo caso, un retroceso
innegable que todos los que nos dedicamos a esto terminaremos
pagando.
Además, en el lado del político no deja de haber
periodistas que administran y gestionan la relación del partido con sus colegas
en los medios. Estas dos ramas de la profesión son, según a quién se pregunte,
lados blanco y negro del mismo trabajo. Evidentemente, la percepción cromática
cambia si el consultado trabaja en un gabinete de prensa al servicio político, o
si se trata de un periodista que lanza sus dardos desde una redacción. Muchos
han hecho viaje de ida y vuelta, y siguen cruzando la línea sin problema,
porque, tal y como comentábamos antes, ésta es cada vez más fina y los intereses
en muchas ocasiones son los mismos. A pesar de todo, debe seguir diferenciándose
claramente la labor del que se dirige a los ciudadanos a través de un medio de
comunicación, y el periodista que gestiona las relaciones e información que se
suministra desde la política. Siendo hermanos de sangre, cada uno debe su
lealtad a diferentes misiones.
Para terminar, no me gustaría dejar de hablar de un tema
que nació en las redes sociales impulsado por diversos periodistas y directores
de medios de comunicación, sobre la polémica generada por las ruedas de prensa
sin preguntas. “sinpreguntasnocobertura” es el nombre de la campaña-manifiesto,
al que se han adherido profesionales, cabeceras e incluso las Facultades de
Ciencias de la Comunicación de las universidades españolas. Se trata de un
ejemplo más de cómo el poder político come terreno a los periodistas,
aprovechando los flancos más débiles de una profesión tan fragmentada como es
espectro político al que tanto se critica. Una rueda de prensa sin preguntas no
es una rueda de prensa. Cualquier político puede comparecer ante los medios de
comunicación para hacer una declaración sin preguntas, y está en su perfecto
derecho de hacerlo. Quizás el problema venga del abuso. Hace pocos días
asistíamos a la noticia, porque se convirtió en la verdadera noticia, de cómo
Mariano Rajoy concedía su primera rueda de prensa en Madrid con permiso para que
los periodistas pudiesen hacer preguntas. Al calor de la victoria todo es más
sencillo, pero no parece procedente ni un ejemplo para profundizar en nuestra
democracia, ahora que está tan de moda y estamos tan cerca de la Puerta del Sol,
que los políticos no se sometan a un ejercicio de control más, como hacen en el
Parlamento, delante de los periodistas.
Las relaciones entre periodistas y políticos seguirán
siendo complicadas, porque tanto periodistas como políticos anhelan los focos,
cada uno a su manera. El periodista será el primero que aconsejará a un político
no ofrecer una rueda de prensa, si él puede tener la exclusiva para su propio
medio bajo su firma. Y además está bien, porque ese es su trabajo y la lealtad
para quién le paga la nómina. Los demás podrán citar su información al día
siguiente, aunque ésta es otra práctica poco extendida en la profesión. El
político tiene un deber para con los ciudadanos, y los periodistas realizan una
labor de intermediación en ese caso. Pero cuidado: el deber del político no es
para con los periodistas. Confundir estos términos lleva en muchas ocasiones no
saber qué lugar ocupa cada uno en el juego diario, y muchos periodistas de este
país se han creído incluso por encima de los políticos en no pocas
ocasiones.
Cuando eso ocurre, no se quiere superar al político; se
quiere pasar por encima de los ciudadanos.
Quiero terminar diciendo que quizás esta rueda de
relaciones que se genera entre la política y el periodismo sea una de las cosas
que más salsa le dé a la vida en ambas actividades. No me gustaría dejar un
saber amargo en nadie, ni pecar de pesimista. Si todos somos conscientes del
lugar que ocupamos, una ocupación tan digna como la política convivirá de forma
perfecta un una profesión tan ilustre como el periodismo. Todo lo que no llega a
las páginas de los diarios se convierte tarde o temprano en magníficos libros,
porque si de algo se está seguro cuando se habla con un periodista, es que tarde
o temprano terminará contándolo.
Muchas gracias.
Miriam L. Chorne .
Psicoanalista
NOTAS SOBRE EL INSULTO COMO FORMA DE LA
POLÍTICA
“La parte que le corresponde al significante
en la política – al significante del no, cuando todo el mundo se desliza hacia
un consentimiento innoble -nunca ha sido estudiada todavía.”
(Jacques Lacan, Seminario V, Las formaciones del inconsciente,
cap. XXVI.)
Quiero hablarles de cómo la degradación general de la política
propia de nuestra época ha culminado en estos últimos años en España en una
forma de la misma que lejos de confrontar programas, o al menos ideologías,
supone que los electores se avengan a una servidumbre voluntaria consistente en
entregar su voto en las fechas en que se los convoque para hacerlo. Después
deberán dejar que los políticos utilicen esos votos a su arbitrio para ejercer
el gobierno sin tomar en consideración ni las necesidades ni los deseos de sus
representados.
Así la ideología neoliberal parece dirigir la economía
globalizada sin mayores diferencias en cuanto a la adscripción nominal del
partido en el gobierno: de izquierdas o derechas. Lleva a su vez a los gobiernos
a una obediencia a los mercados que se ven de este modo transformados en una
suerte de dioses exteriores que marcan las políticas posibles. A los gobiernos
en impotentes subordinados de esos mercados. Y a los representados cada vez más
a experimentarse como totalmente distantes de lo decidido por sus
gobiernos.
La política queda en esta perspectiva reducida cada vez
más a una cuestión de imagen en la que la injuria dirigida al adversario
coadyuva a que el que insulta aparezca como dueño de la escena a la vez que de
sí mismo. En las últimas elecciones, las del 22 de mayo, por ejemplo, unos
acusaban a los otros de corrupción, o de deslealtad económica hacia España y los
otros los acusaban de despilfarro, o de ser incapaces de tomar las medidas
requeridas por la situación económica o por el paro, según
conviniera.
El insulto como arma política no se reduce a la mera
función expresiva ni tampoco a su acto sino que debe pensarse por las
consecuencias que se buscan, en particular el efecto que produce sobre el
público que es testigo de él. Este enfoque de la lingüística pragmática al que
se refiere un trabajo de una psicoanalista argentina, Graciela Musachi (1), se
enriquece al considerar los personajes a los que concierne la injuria como
mensaje, utilizando el modelo freudiano de “El chiste y su relación con el
inconsciente”:
- el que injuria
(emisor)
- aquel al que se habla
(destinatario)
- el injuriado, aquel del que se habla (referente)
En la escena política encontramos a menudo este tipo de
insulto, (configurado por los tres personajes) en el cual si la injuria tiene un
referente, el destinatario es un tercero. En el caso que nos interesa es el
público de los medios (¡cuántas veces sólo se busca un buen titular de
prensa!).
En esta injuria, el emisor elige un rasgo del referente
que es rechazado en relación al reconocimiento de la propia imagen. Esta
especificidad puede ser verdadera o falsa (y el referente carecer del rasgo en
cuestión) pero ?oh misterio! el insulto es igualmente efectivo. V.G los rasgos
ofensivos atribuidos a los inmigrantes por algunos políticos europeos que buscan
contentar a los votantes más xenófobos en una peligrosa escalada
racista.
T.Todorov (2) muestra con precisión en qué sentido todo
chiste implica el triángulo al que antes nos referimos, y en el que el referente
-el personaje objeto de risa- está ausente o ignora lo que se dice de él.
Precisamente esa ausencia o ignorancia se transforman en presencia en el
insulto. Bastaría que el chiste hostil se hiciera en presencia del referente
para que se convierta en insulto. Este factor es homólogo al del saber (el
insultado no puede ignorar lo que de él se dice en la
prensa).
En el texto que comienza con nuestro epígrafe, Lacan se
refiere a la blasfemia como una modalidad propia de la neurosis obsesiva, aunque
más allá de ella sin duda aparece cada vez que la injuria se constituye como un
juramento en que el anhelo recae sobre el emisor. Así, algunas de sus
características, en particular el ejercicio de la destrucción, no están sólo
correlacionadas con una determinada estructura clínica sino que son extensivas a
una forma de “hacer política” desvelando a su vez su mecanismo.
Asimismo, Lacan relaciona la estructura obsesiva con un
modo particular de configuración del deseo en función del papel precoz que en él
ha jugado lo que Freud llamaba Entbindug la desunión de las pulsiones, el
aislamiento de la destrucción. Toda la estructura del obsesivo está determinada
por el hecho de que el primer acceso a su deseo pasó por el abordaje de
ese deseo como algo que se ha de destruir: se le presentó como el del
rival y el sujeto respondió al estilo de aquella reacción de destrucción que
subyace a su relación con la imagen del otro, que lo desposee y lo destruye. El
acceso a su deseo por parte del obsesivo queda afectado por esta
marca que hace que todo acercamiento al mismo lo haga
desvanecerse.
A continuación Lacan subraya que en las fórmulas
obsesivas, que son fórmulas verbales, se trata de una destrucción completamente
articulada. Lo que constituye su esencia y le da su poder fenomenológicamente
angustiante es que se pone en juego una destrucción mediante el verbo. Esta
destrucción que tradicionalmente se conoce como mágica es, subraya, en realidad
verbal, y dentro de esta categoría destaca una forma singular que es la
blasfemia. Lacan la define como la caída de un significante eminente – que está
en relación con aquel significante supremo llamado el Padre. Y Dios está en
relación con la creación significante misma, dimensión en la que se sitúa el
blasfemo – en la categoría de objeto. El blasfemo identifica el logos con
su efecto metonímico, lo degrada, lo hace bajar un punto. Ilustra este mecanismo
con el episodio en que el Hombre de las ratas, el célebre
paciente de Freud, que aún no tenía cuatro años insulta a su padre llamándolo
Tú mantel, tú plato, etc. Se trata de una colisión del Tú esencial del
Otro con ese efecto venido a menos de la introducción del significante en el
mundo humano que se llama un objeto, y especialmente un objeto inerte, objeto de
intercambio, de equivalencia. La letanía de sustantivos movilizada en la furia
del niño lo indica suficientemente: se trata de hacer descender al Otro a la
categoría de objeto, de destruirlo en tanto Otro.
Aunque esta observación no constituye la respuesta
completa a la cuestión del sacrilegio verbal que se constata en el obsesivo nos
ha parecido suficiente en cuanto a poner de manifiesto un
procedimiento más o menos general por el cual el falo como significante del
deseo del Otro es devaluado.
Asimismo y más allá de la estructura
obsesiva nos ha parecido desvelar la utilidad de esta forma de “hacer política”:
también en el insulto político se consigue una degradación del Otro volviendo
innecesario tomar en consideración sus posiciones que son desdeñadas a favor de
un rechazo masivo e indiscriminado. Se lo rechaza como Otro transformándolo en
objeto.
Hace unas semanas la sociedad española en general y los
políticos en particular se encontraron con la sorpresa de un espontáneo y
compartido estallido, no sólo de indignación popular sino también de celebración
colectiva. El desconcierto inicial de los partidos tradicionales a una semana de
las elecciones fue mayúsculo ¿A quiénes iba a beneficiar? Por primera vez vi a
Esperanza Aguirre presidenta de la comunidad de Madrid nerviosa y crispada. Ella
que podía bajar de un helicóptero que acababa de precipitarse a tierra sin
despeinarse y que hacía gala de ese poder, regañaba a los concentrados ¿Por qué
no se manifiestan en Ferraz o en la Moncloa?
Inmediatamente y aún sin saber de qué se trataba se
comenzó a hablar de los “antisistema”, también a transformar el
“Indignados” en el ultraje: “Indignos”.
A otros, en cambio como a mí, nos sorprendió
gratamente. Entonces, no era verdad como habíamos creído que no habría ninguna
respuesta a la crisis económica y social que padecíamos desde 2008, y sobre todo
no era verdad que no se respondería a la falta de políticas adecuadas, justas,
por parte de los gobiernos y de los políticos. Entonces, el denuedo con el cual
el neoliberalismo había continuado presentando al capitalismo como una forma de
organización económica y social “natural” y por lo tanto imposible de cambiar,
no se había constituido en la mentira que por repetida pasa por la verdad.
Preocupación que acompaña con insistencia a quienes
vemos como la vida política actual parece confirmar el teorema que formuló en
1922, William I. Thomas y que expuesto sucintamente se formula del siguiente
modo: si las personas definen una situación como real (aunque no lo sea), la
situación será real en sus efectos (3).
Con el transcurso de los días ha ido apareciendo que
más allá de los resultados finales de la convocatoria un gran número de gente
estaba de acuerdo en las críticas manifestadas por los concentrados, no
precisamente gente que pudiera considerarse
“antisistema”.
Para terminar quisiera referirme a una irónica nota
sobre el arte de injuriar escrita por J.L.Borges: “Un estudio preciso y
fervoroso de los otros géneros literarios, me dejó creer que la vituperación y
la burla valdrían necesariamente algo más. El agresor (me dije) sabe que el
agredido será él, y que “cualquier palabra que pronuncie podrá ser invocada en
su contra”, según la honesta prevención de los vigilantes de Scotland Yard.
(...) Ella se disipó cuando dejé la complacida lectura de esos escarnios por la
investigación de su método.
Advertí en seguida una cosa: la justicia fundamental y
el delicado error de mi conjetura. El burlador procede con desvelo,
efectivamente, pero con un desvelo de tahúr que admite las ficciones de la
baraja, su corruptible cielo constelado de personas bicéfalas. Tres reyes mandan
en el póker y no significan nada en el truco. El polemista no es menos
convencional.”
Tras numerosos ejemplos de los procedimientos
utilizados para la denigración literaria Borges concluye “Repito lo formal de
ese juego, su contrabando pertinaz de argumentos necesariamente confusos.”
Les recomiendo calurosamente el texto, que es muy
divertido y que figura en la Historia de la eternidad lamentablemente no
puedo hablarles más que de su final, por la brevedad que se nos ha reclamado.
Borges transmite que “A un caballero, en una discusión teológica o literaria, le
arrojaron en la cara un vaso de vino. El agredido no se inmutó y dijo al
ofensor: Esto, señor, es una digresión, espero su argumento.”
(1)
Musachi, Graciela “Mr. S. Pickwick y el
insulto en la nueva linguística” en Pos o CPC Ciencia, política, clínica,
Grama ediciones, Buenos Aires, 2003.
(2)
Todorov, Tzvetan,
Teorías del simbolismo (Apéndice: Freud sobre la
enunciación), ed. Monte Avila, Caracas, 1981.
(3)
citado por José Nun en “Ni gotea, ni
derrama”, publicado en La Nación, Buenos Aires,
2011.
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Por favor, envien su nombre,
profesión y organismo al que pertenecen, al siguiente blog:
OS INVITAMOS A ASISTIR A:
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JORNADAS ESCUELA LACANIANA DE PSICOANÁLISIS.
“CUERPOS ESCRITOS, CUERPOS
HABLADOS”.
PARA MÁS INFORMACIÓN VISITAR LA PÁGINA
DE LA ESCUELA LACANIANA DE PSICOANÁLISIS:
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