Forum 3 - "Lo que la evaluación silencia" - Sábado, 2 de Junio de 2012 - Ayre Hotel - Sevilla
martes, 29 de marzo de 2011
BOLETIN ON-LINE nº 4
sábado, 26 de marzo de 2011
¡Estamos en Facebook!
"Las Servidumbres Voluntarias"
Madrid, Sábado 11 de junio de 2011. Círculo de Bellas Artes
Os anuncio que ya tenemos nuestro propio muro de "Servidumbres voluntarias" en FACEBOOK, este es el enlace
http://www.facebook.com/pages/Servidumbres-Voluntarias/101443809940695
Animaros a participar
Un saludo
Olga Montón
EQUIPO: Alberto Estévez-Madrid, Blanca Fernández- Málaga, Julio González- Bilbao, Ariane Husson- Madrid (responsable), Rosa Mª López- Madrid
miércoles, 23 de marzo de 2011
Formulario de Inscripción al II Foro
Es necesario completar el siguiente formulario y pagar la contribución mediante un ingreso o transferencia en la siguiente cuenta bancaria:
LA CAIXA: 2100 – 3359 – 11 – 2100644055
CONTRIBUCIÓN: 30€ Y 10€ (menores de 25 años)
El formulario de inscripción debe enviarse por correo electrónico a la siguiente dirección: forolacaniano@egrupos.net
Os animamos a inscribiros ya que el aforo es limitado.
FORMULARIO DE INSCRIPCIÓN
· NOMBRE Y APELLIDO:
· PROFESION
· EMAIL:
· CIUDAD:
lunes, 21 de marzo de 2011
BOLETIN ON-LINE nº 3
"Las Servidumbres Voluntarias"
Madrid, Sábado 11 de junio de 2011. Círculo de Bellas Artes
Participación: 30 € y 10 € (menores 25 años)
Ingresos o transferencias en La Caixa: 2100-3359-11-2100644055
Presentación
Paloma Blanco Díaz
Esta nueva entrega de A-Foro incluye dos textos que nos guían y sitúan con eficacia en el tema que nos convoca de “las servidumbres voluntarias”.
En la entrevista para el Centro de Investigación y Estudios clínicos de Córdoba (Argentina), Eric Laurent explicita cómo en la civilización contemporánea el mandato superyoico se desarrolla bajo un imperativo de felicidad; “mas felicidad”, aún. Esto conduce a la paradoja que da cuenta de un creciente malestar en el estado del imperativo del bienestar. Como él mismo afirma, se trata de “la promoción del imperativo de satisfacción como regla en la civilización”.
Los viejos valores e ideales del orden simbólico anterior quedan obsoletos y son sustituidos, en el orden contemporáneo, por la relevancia sin parangón del objeto de satisfacción; es lo que Jacques Alain Miller dio en llamar “el objeto a elevado al cénit de lo social”. Esta primacía del objeto de satisfacción, lleva aparejados el imperativo superyoico de felicidad y la increencia en las viejas formas de autoridad lo que, como el propio Laurent señala, tiene efectos buenos y malos. No proponemos una restauración nostálgica y reaccionaria de antiguos modelos; en palabra de Laurent, “creer un poco menos en tonterías es siempre un a ventaja”, pero que la ley del súper yo adopte ahora la forma de un mandato de felicidad, no hace que su imperativo sea menos totalitario, despersonalizante, obsceno y feroz. Al contrario, reduce al sujeto a una nueva condición miserable, tanto más por el empuje a la homogenización en las formas de satisfacción que arrasa con toda diferencia. La nueva miseria contemporánea consiste en ser un mero usuario-consumidor, despojado de su particularidad, de la singularidad única e irrepetible de la condición deseante.
Por otra parte, los fundamentalismos de especies diversas, así como las formas más variadas de totalitarismo, son las manifestaciones de nuevas creencias bajo un fondo de increencia. Frente a este panorama alienante, la propuesta del psicoanálisis lacaniano del siglo XXI no es, sin duda, la invención de nuevas formas de autoridad, sino la invención singular, frágil y potente, de un nuevo amor como respuesta a la increencia. Un nuevo amor como la única protección eficiente y posible frente a “la ley de hierro del superyó”. Los textos que seguirán, así como el Foro que nos convoca en Madrid en junio, van a seguir dando cuenta de ello.
En lo que respecta al apartado de “Bibliografía Razonada”, contamos en esta ocasión con el texto de Margarita Álvarez aparecido recientemente en el Blog de la ELP. Este trabajo nos permite orientarnos de manera eficaz y esclarecida, tanto en el texto de La Boétie, como en la lectura que hace del mismo Jacques-Alain Miller en su seminario titulado “Extimidad”. Lo que alienta a La Boétie en su reflexión, es el descubrimiento que le asombra tanto como escandaliza, de que “la tiranía se engendra en la voluntad de servir” En efecto, el joven pensador francés del siglo XVI, descubre perspicazmente cómo es propio de la condición humana la voluntad de servir y someterse a los imperativos de la tiranía. En su curso, Miller argumenta e ilustra cómo los resortes de esta tendencia hunden sus raíces en el imperativo de goce del superyó.
Estimado lector, confío en que el contenido de A-FORO te resulte atractivo y estimulante y te invito a participar también en él tomando la palabra, enviando tus comentarios, reflexiones, observaciones o materiales que consideres de interés en relación al tema que nos ocupa a montblanc@cop.es
Si deseas suscribirte al boletín on-line A-FORO, puedes darte de alta en forolacaniano@egrupos.net
Igualmente quedas invitado a visitar nuestro blog: http://loqueevaluacionsilencia.blogspot.com/
¡Buena lectura!
La ley de hierro del superyó
Entrevista a Eric Laurent 1
Nos preguntábamos sobre el concepto de superyó y encontrábamos en su presentación del próximo Congreso de la AMP que usted conjugaba la ley de hierro que dice Lacan refiriéndose al
mercado con lo que usted formula como la ley de hierro del superyó. Queríamos preguntarle acerca de qué consecuencias extraer de esto, cómo pensarlo.
Hice esta formulación para acentuar la herramienta fundamental que nos brindó Lacan con su formulación de que el imperativo del superyó es un imperativo de goce, al mismo tiempo vinculado al Otro, utilizando el equívoco posible en francés entre gozar y escuchar, entre jouis y j’ouïs. Todo lo que se dice al sujeto, todo lo que escucha del discurso común, lo convierte en instrumento de goce. Esta formulación incluye el equívoco, y es para Lacan el resumen lógico de lo que fue una querella de 20 años dentro del movimiento analítico, cuando a partir de Melanie Klein se abrió un debate sobre el superyó. El superyó freudiano, el que desaparece cuando se quiebra el complejo de Edipo, era concebido estrictamente como un sistema de interdicciones, de interdicciones locas, paradójicas, pero sistema de interdicción. Y Melanie Klein descubría en la clínica de los niños, antes de esta experiencia, una ley de hierro del goce en ellos, manifestación de una pulsión de muerte. Y ella daba a esto una formulación de precursor del superyó. Y en uno de estos debates exquisitos, como saben hacer los psicoanalistas, se entró en consideraciones bizantinas sobre si era un precursor, no un precursor, un pre-precursor… para salvaguardar el edificio con procedimientos de remiendo de la teoría. Lacan dijo que más bien lo que se manifestó en esto es que son las dos caras de todo sistema de interdicción, que toda ley tiene un núcleo loco. Hay un núcleo incomprensible de la ley, que incluye de manera éxtima el punto de goce del que enuncia la ley. Y eso es irreductible, sea al nivel del sujeto, sea al nivel de la cultura. Las leyes, buenas y malas, contienen algo de loco en su versión final. Y es esto lo que se manifiesta desde el inicio en esta ley de hierro del goce.
La consecuencia es que si la época es de la subida al cénit del objeto “a”, es una época de la subida al cenit de los imperativos del superyó, que se manifiestan en el imperativo de goce, el imperativo de ser el emperador de sí mismo, para obtener la máxima calidad de vida, el goce máximo, la satisfacción máxima. Si uno está feliz, cómo ser más feliz aún. Entonces la pregunta por el más, la pregunta por el encore, no cesa. Y es de esto que he tratado de escribir en su incidencia particular en la época, de la promoción del imperativo de satisfacción como regla en la civilización.
Usted dice que esto afecta a la autoridad, con consecuencias en la clínica, ¿y en las instituciones?
Afecta a la creencia en los semblantes del Nombre del Padre. Y la manera con la cual está afectada esta creencia se manifiesta de distintas maneras. Se manifiesta con el fin de las ideologías, de los grandes relatos –como decía Lyotard-, se manifiesta en una cierta increencia, un cinismo del ciudadano contemporáneo que ha pasado por experiencias nefastas al final del siglo XX y que no tiene la misma creencia en las religiones laicas que se daban por fuente de verdad y de autoridad; el empuje a la muerte, al sacrificio, no tiene el mismo valor, morir por estas ideas no tiene el mismo prestigio que tenía, y entonces esta basculación de identidad, esta basculación del imperativo, provoca reacciones también. El fundamentalismo es una de las respuestas, la restauración de un superyó aún más loco que el superyó general. El terrorismo islamista es reconstruir una figura, pero no de un Nombre del Padre que permite vivir, sino que permite un empuje a la muerte más fuerte que este empuje a la muerte de la adicción común o de las adicciones comunes.
Este régimen de increencia y de reacciones contra la increencia, define las paradojas de lo que se llama la autoridad. Esta descreencia en la autoridad también tiene sus lados buenos y malos. Los buenos, efectivamente, es que creer un poco menos en tonterías es siempre una ventaja. Lo que es desventaja, es que la increencia deja al sujeto abierto a sus imperativos de goce propios, particulares; no admite que haya una función reguladora, no la admite fácilmente. Entonces, no hay que inventar nuevas formas de autoridad cuando hay debate sobre cúal es la forma adaptada de la autoridad a la época. Se dice que hay que tener una forma más cooperativa de autoridad, menos solitaria, más bajo la forma “comité”, obtener el consenso. Y al mismo tiempo vemos que hay una llamada insistente al gran hombre, al que podría encarnar realmente una fuente de autoridad. Precisamente, estamos en Argentina, poco tiempo después de la muerte de Néstor Kirchner, y no voy a explicarles la necesidad que hubo en un momento dado en una crisis… que para salir de esta crisis no se salió por un comité; se salió por un hombre que encarnó en un momento dado, con un carisma particular, una fuente de autoridad posible. Pero yo diría que no se trata de esta llamada al hombre fuerte, esto produjo catástrofes en los años 30 y puede producir cada día nuevas catástrofes, la creencia nueva debajo del fondo de la increencia.
Lo que se busca es un nuevo amor. La respuesta a la increencia es el nuevo amor. Y no un nuevo amor al gran hombre, no un nuevo amor al comité, no un nuevo amor a un poder impersonal, sino más bien un nuevo amor que es protección. Si es autentico es protección contra la invasión de goce, contra la ley de hierro del superyó. Es, como se dice en el capítulo IV del Seminario Extimidad –que les animo a trabajar en su Seminario-, la envoltura formal, cómo el amor protege de esta invasión de goce con un velo. Es esto lo que se revela, la solidaridad entre amor y goce que permite que un nuevo amor es lo que nos queda para mantener a distancia el imperativo de goce sea cual sea la forma con la cual se presenta.
Transcripción: Gracia Viscasillas
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1. Entrevista para CIEC, Centro de Investigación y Estudios Clínicos de Córdoba (Argentina). En www.ampblog2006.blogspot.com (30/01/2011)
Bibliografía Razonada
De la servidumbre voluntaria de La Boétie a la servidumbre del goce
Margarita Álvarez
A mediados del siglo XVI, Étienne de La Boétie publicó un breve opúsculo titulado Discurso de la servidumbre voluntaria (1), donde analiza los resortes de la tiranía y de su aceptación por parte de quienes la padecen. Encontramos allí una tesis sorprendente: la tiranía sería consecuencia de la servidumbre y no lo contrario, como se pensaría habitualmente; o mejor, la servidumbre no remitiría a un poder exterior que se ejerce contra el sujeto sino que sería una consecuencia de la relación que el sujeto mantiene consigo mismo.
En su curso Extimidad (2), J.-A. Miller hace referencia a esta tesis en el momento de señalar la hiancia de la división subjetiva entre el sujeto y su goce, que no reconoce como propio. Me propongo, primero, presentar de manera breve, esta tesis a partir de una lectura no exhaustiva del citado discurso, para tratar de situarla seguidamente en el contexto del curso.
Discurso de la servidumbre voluntaria
Empecemos por su título. De entrada, el emparejamiento de los términos “servidumbre” y “voluntaria” no solo sorprende sino que también puede producir rechazo. ¿Cómo que servidumbre voluntaria? ¿La condición de siervo no viene siempre dada por la voluntad, por la imposición de otro –un señor, un amo, un tirano-, no es el resultado del ejercicio de un poder contra uno? La Boétie afirma lo contrario: la tiranía se engendra a partir de la voluntad de servir. Si no existiera esa voluntad –señala-, cómo entender que “tantos hombres, tantos burgos, tantas ciudades, tantas naciones, aguanten alguna vez a un tirano solo, el cual sólo tiene el poder que aquellos le dan” y no puede hacerles daño más que en la medida que ellos tienen la voluntad de soportarlo?”. Esto sucede con tanta frecuencia, es algo tan común –afirma-, que no nos sorprende ver a los hombres “servir miserablemente encantados y fascinados por el nombre de uno solo”.
¿A qué se debe esta voluntad que va contra uno mismo y que nadie reconoce como tal? “¿Qué vicio monstruoso es éste –se pregunta- (…) que la naturaleza niega haber hecho y la lengua se niega a nombrar”? ¿Cuál es la causa de que tantos hombres se sometan al poder de uno solo? ¿Es por cobardía? ¿Les falta valor? La Boétie solo encuentra una explicación: “Los hombres no desean la libertad”, porque “si la deseasen, la obtendrían”. Todos sus desgracias no vienen del enemigo sino de aquél cuya grandeza ellos mismos sostienen.
Esta voluntad de servir está tan enraizada que el amor a la libertad no parece algo natural. La Boétie señala tres causas de ello: la primera es la costumbre, que los hombres nazcan siervos y sean criados como tales. De ella, se deriva la segunda causa: bajo el tirano, la gente se vuelve cobarde, pierde el valor. Finalmente señala una tercera causa: el problema no es solo la pérdida de la libertad, que contraría la naturaleza, sino que al perder la libertad, los hombres no solo pierden el valor, sino “también la vivacidad en todo o demás”. El tirano, añade, nunca ve su poder asegurado hasta que no llega al punto de que ningún hombre bajo su dominio ha perdido todo valor.
Para La Boétie, el resorte último de la dominación no son las armas que defienden al tirano sino que algunos le sostengan. Estos le dirigen tan bien, que le es necesario, para fortalecer su sociedad, “ser malvado no solo por sus propias maldades sino también por la de aquellos. Estos seis tienen a seiscientos que prosperan bajo su protección y hacen con ellos lo que han hecho con el tirano. Y estos seiscientos tienen por debajo seis mil a quienes han otorgado privilegios a fin de que favorezcan su avaricia y su crueldad y la ejecuten cuando llegue el momento propicio”. De este modo no son seis sino millones los que se atan al tirano. Y se llega a que hay gente para quien la tiranía resulta beneficiosa como gente para quien la libertad sería deseable.
Así subyuga el tirano a sus súbditos: a unos por medio de otros, y es sostenido por aquellos, que si tuvieran algún valor deberían guardarse de él. La Boétie afirma que al observar a toda esta gente se asombra no solo de su maldad sino también de su estupidez, pues al acercarse al tirano, se alejan de su libertad y abrazan la servidumbre. Desean poseer bienes como si pudieran poseer algo que fuera suyo y ni siquiera se poseen a sí mismos. Al enriquecerse a la sombra del tirano con sus despojos, al final le enriquecen con los despojos mismos en que quedan convertidos.
El discurso de la Boétie fue leído y utilizado por el protestantismo, pocos años después de su muerte, como un arma, un panfleto contra la tiranía y la represión religiosa, por lo que él fue considerado como un enemigo protestante de la monarquía que la identificaba con la tiranía, y su discurso incluso un llamamiento al regicidio por lo que fue quemado públicamente en Burdeos en 1579. Su amigo Montaigne, heredero y depositario de sus papeles, salió en su defensa en sus Ensayos (3), dedicado a la amistad, tratando de librarle de toda sospecha y presentando el discurso como un ejercicio, ajeno a la utilización política que se haría posteriormente de él.
La servidumbre del goce
Como su título dice, Miller desarrolla en el curso citado el concepto de extimidad, que Lacan solo empleó una vez en su séptimo seminario (4), es decir, al introducir el concepto de goce real. Él despliega ese concepto en su curso y nos presenta su estructura.
Recordemos que la constitución del sujeto implica una operación de exclusión simbólica del goce por la que queda queda irremediablemente dividido: al no estar simbolizado, el sujeto no reconocerá el propio goce como suyo sino que permanecerá para él como algo que le es ajeno, extraño, extranjero. Pero el goce, real no simbolizado, queda excluido, fuera de lo simbólico, en el seno mismo de lo simbólico, en el corazón de la vida subjetiva. El término “éxtimidad”, que Lacan inventó, califica esta propiedad de exterioridad íntima del goce.
La tesis de La Boétie, en su discurso, según la cual el sujeto construiría y sostendría a un Otro que le tiraniza, sirve para ilustrar la operación misma del fantasma que el sujeto construye: en la escena fantasmática, el sujeto sufre de un Otro que goza de él. Pero esa escena se proyecta sobre una pantalla que vela el goce del sujeto. Éste la organiza sin saberlo, es decir, de manera inconsciente, para poder gozar disimuladamente del objeto. El verdadero partenaire de goce del sujeto no es el Otro, sino el objeto.
El sujeto se desresposabiliza en el fantasma de lo que le ocurre y, cuanto más lo hace, más siervo es de su goce, más está a su merced, o lo que es lo mismo, y en tanto el goce y el deseo se sitúan en una escala invertida, más cede en su deseo.
Si para La Boétie, la principal causa de la servidumbre voluntaria es que el sujeto pierde su valor, y al hacerlo, pierde su vitalidad, para el psicoanálisis, ocurre que a mayor servidumbre del sujeto respecto a su goce, cuánto más preso está de él, menor es la vitalidad de su deseo. El goce siempre va en detrimento del deseo. El sujeto pierde la dimensión de elección, de acto del deseo y se vuelve esclavo de su goce.
En su curso, Miller señala que "hay un envoltorio político de la hiancia subjetiva, un recubrimiento por parte del amo, en la medida que él libra de la extimidad y hace sentir, llegado el caso esta opresión como exterior, lo que desde cierta perspectiva es una liberación". A este envoltorio político de la hiancia subjetiva, a este recubrimiento por parte del amo “se lo llamó por ejemplo, servidumbre voluntaria”, afirma en referencia al discurso de La Boétie. Y, añade: “Evidentemente de ahí a hablar del goce del oprimido hay una brecha, que obedece a que se debe distinguir el lugar y lo que lo ocupa”.
Bibliografía:
1. De la Boétie, Étienne. Discurso de la servidumbre voluntaria (1552-1553). Madrid: Editorial Trotta, col. “Libertad de los antiguos, libertad de los modernos”, 2008.
2. Miller, Jacques-Alain. Extimidad. Buenos Aires: Paidós, 2010, p. 27.
3. Montaigne, Michel. Ensayos completos. Estella: Cátedra, 2006. Ver: Libro I, Ensayo 28ª: "De la amistad". En el Epílogo, Montaigne incluye unos poemas de La Boétie, también para lavar su imagen.
4. Lacan, Jacques: El Seminario, libro VII: La ética del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 1992.
viernes, 18 de marzo de 2011
BOLETIN ON-LINE nº 2
Boletín On-Line
martes 15 de marzo de 2011
II FORO: LO QUE LA EVALUACIÓN SILENCIA
"Las Servidumbres Voluntarias"
Madrid, Sábado 11 de junio de 2011. Círculo de Bellas Artes
Presentación
Paloma Blanco Díaz
Esta segunda entrega de A-FORO nos trae dos textos que exploran el tema sobre las “servidumbres voluntarias” que nos ocupa, uno a partir de la referencia cinematográfica y otro a partir de la referencia jurídica.
El trabajo de nuestra colega Amalia Rodríguez Monroy, ilustra con exquisita precisión el tratamiento posible de los efectos inhibitorios y paralizantes de esa extraña servidumbre que como ella misma sugiere, “¿sería voluntaria en la medida misma en que es ne-cesaria, pues no cesa de escribirse en el registro de la historia, la Historia de la humanidad, la historia de cada uno de nosotros en tanto es la historia de nuestra vulnerabilidad?” en clara alusión a aquella otra frase freudiana en la que el súper-yo es descrito como el “monumento recordatorio de la antigua debilidad y dependencia del yo, justifica su dominación incluso sobre el yo adulto. A la coacción exterior ejercida por los progenitores la sucede la coacción ejercida por el imperativo categórico del superyó.»
El film “El discurso del Rey” es el punto de partida que toma la autora para desplegar su argumentación. La palabra del rey está cautiva por su servidumbre voluntaria, por el peso de la palabra pala-ciega que produjo en él estragos y el síntoma de su tartamudez. El rey se aferra impotente, temeroso y tozudo a esta servidumbre, Lionel Logue(peda), tenaz, acompañará infatigable a Bertie, en el trabajo de reconquista de su palabra-propia-de-rey. Logue(peda) irá para ello pertrechado de su amor y su fracaso en el arte de la interpretación y del buen uso que ha sabido darle a la propia imposibilidad. Ello permitirá que el rey logre hacer un uso practicable de su indecible, no tanto para ser rey como para poder actuar y funcionar como tal, en la tarea que entonces le concierne; “pasar de la mudez de la pulsión a la articulación del síntoma con que tendrá que arreglárselas para sostener a los británicos en el rechazo decidido a los delirios del nazismo. En esa partida todos estábamos concernidos en tanto peones del tablero de la historia.” Así, sutil y decidida, Amalia Rodríguez, nos incluye a todos en esta apuesta y nos recuerda que este cambio de discurso, posible, tiene como condiciones necesarias el amor –que desde Lacan sabemos es signo de cambio de discurso- y el arte-oficio, la autoridad del saber particular sobre cómo hacer con la propia imposibilidad. Los personajes principales de la película dan sobradas muestras del uso de estos tres elementos como causa de un mejor hacer con la vida y testimonio de otra opción posible a las servidumbres voluntarias, a la ley de hierro del súper-yo, volveremos sobre ello en el próximo número.
En el apartado de “Bibliografía Razonada”, podremos leer la colaboración de nuestro colega Manuel Montalbán Peregrín, de sugerente título. Incide en primer lugar en la acotación jurídica del término “Servidumbre voluntaria”, para relacionarlo con el derecho francés que, “después de la conclusión de la etapa histórica feudal quiso positivizar en la ley la ausencia de servidumbres personales.”
En segundo lugar, nos señala cómo es la inclusión del término “discurso” al sintagma “servidumbre voluntaria” lo que nos conduce al texto de La Boétie, “amigo personal de Montaigne, a mediados del siglo XVI, que ha sobrevivido al olvido asegurando su reaparición casi automática en muchos períodos críticos de lucha contra el Estado autoritario.”
Por último, nos facilita varios links de valiosa utilidad que recogen el texto del citado autor, así como interesantes lecturas comentadas.
Estimado lector, confío en que el contenido de A-FORO te resulte atractivo y estimulante y te invito a participar también en él tomando la palabra, enviando tus comentarios, reflexiones, observaciones o materiales que consideres de interés en relación al tema que nos ocupa a montblanc@cop.es
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¡Buena lectura!
"Contra Uno": El discurso del rey y otras servidumbres u olvidos.
Amalia Rodríguez Monroy
Pocas horas antes de que la ceremonia de los premios Oscar nos ensordezca y el éxito —más que probable— del film de Tom Hooper El discurso del rey aplaste y silencie lo más íntimo de sus efectos sobre el espectador, quisiera formular algunas impresiones. Giran en torno de la servidumbre voluntaria —como sostiene La Boétie— que rige toda acción humana. ¿Sería voluntaria en la medida misma en que es ne-cesaria, pues no cesa de escribirse en el registro de la historia, la Historia de la humanidad, la historia de cada uno de nosotros en tanto es la historia de nuestra vulnerabildad?
La proliferación de premios y galardones que, a través de los medios, manipulan tiránicamente el gusto del espectador, ahora reducido a consumidor, es ya indicativa de esa posición de dominados que tan eficazmente libera al sujeto de la carga de elegir, de discernir, de escuchar. La libertad es, con el olvido, el velo en que recubrimos púdicamente nuestras servidumbres, nuestros miedos, una vez que la esclavitud fue oficialmente abolida. Lacan lo plantea con su característica agudeza: “es claro, que si la servidumbre no está abolida, se puede decir que está generalizada . . . La duplicidad amo-esclavo está generalizada en el interior de cada miembro de nuestra sociedad” (Seminario 3).
Tras esa servidumbre, hay un mensaje secreto, un mensaje de liberación que queda reprimido y que Lacan distingue muy bien del discurso patente de la libertad, entendida ésta como autonomía individual. Ideal desmedido que, tomando la democracia como coartada, permite al ciudadano global hacer existir a ese amo Uno contra el que La Boétie escribe en 1576.
El film de Hooper nos confronta de manera sutil a ese cul de sac: el rey no quiere ser rey; su tartamudez, o lo que hay tras esa imposibilidad de dar voz a su lugar de amo, le coloca en la angustiosa posición de asumir, inesperadamente, ante la renuncia de su hermano mayor, un destino para el que no cumple la condición mínima: sostener —con la palabra— la moral de un pueblo a las puertas de la invasión nazi. Una escena resume con humor británico el drama personal y también el drama histórico. La familia real ve en televisión el enardecido discurso que Hitler dirige a las rugientes masas ya bien alineadas en orden de batalla. La niña, que luego sería la reina Isabel II, le pregunta a su padre: “¿qué está diciendo?” El atribulado king-to-be le responde: “No lo sé, pero parece que lo dice muy bien”. Sabe que es a él a quien corresponde dar la réplica a la incendiaria voz del Führer.
La desesperación del advenido rey ante esa inminencia propicia, no sin la decidida colaboración de la reina, el encuentro con un logopeda de barrio tildado de “extravagante”. El término es el elegido por la máquina mediática, que describe la película como el relato de cuanto en ese encuentro hay de emoción, de lucha y de superación. Una historia de amistad profunda. También de ruptura con los prejuicios y las barreras de clase.
Pero más allá del sentimentalismo, agazapada tras la máscara de extravagancia, hay otra dimensión que merece ser ‘escuchada’, pues es su marca singular, irrepetible; la que nos conmueve. La posición del humilde logopeda, actor australiano fracasado, puede darnos, en cada detalle, exquisitamente interpretado por el duo —duelo— de actores, valiosas pistas sobre su modo de hacer, de entender un oficio que consiste en trabajar con la demanda del paciente. Para Logue(peda) supone, de entrada, abordar la causa de su sufrimiento. Ese desplazamiento, al que su ‘real’ paciente se resiste tozudo al comienzo, es el que —cuando su Majestad consiente, abre para ambos la posibilidad de trans-formar esa demanda en síntoma y, desde ahí, abrir la pregunta por la causa de su padecimiento.
Lección no de profesionalidad, sino de ‘oficio’: palabra anticuada que remite a una ética, a un deseo que la noción actual del ‘profesional’ ha dejado olvidada; oficio forjado no sobre la supuesta ‘autoridad’ que le otorgarían los títulos académicos, de los que carece (para escándalo del vigilante Obispo de Canterbury), sino sobre la experiencia vivida, atravesada del dolor de existir. Un ‘saber hacer’ con su propio fracaso en el terreno de la interpretación, arte que ama y no duda en poner en juego en la cura del paciente. Puede que no triunfara, pero sí logró mantener vivo su deseo.
De su oficio Lionel Logue hace, así, un arte verdadero; arte de contención, de espera, de silencios, de manejo de las resistencias. Es arte porque es apuesta firme. Apuesta siempre nueva, invención arriesgada, en el registro de la sorpresa, si el criterio es, como en el caso de Logue, y como sostenemos en psicoanálisis, el trabajo del uno por uno.
Partida a dos, desigual, sobre un tablero de ajedrez en que cada movimiento puede poner en jaque todo lo que ahí está en juego. Para Logue lo que está en juego es, antes que nada, la renuncia del terapeuta a tomar partido en el plano del discurso común, de los desgarramientos que producen en el sujeto las costumbres y el estatuto del individuo en la sociedad. Y que en su ilustre paciente han hecho estragos. Cuestión central, extravagante, sí, para el terapeuta del Rey, que opta — es todo un riesgo— por des(in)vestir a éste del manto de la realeza y transformarlo en Bertie, su apelativo familiar. Apuesta firme que tiene el efecto de hacer posible el trabajo con el síntoma. Apuesta, asimismo, por no reducir éste a un ‘problema mecánico’, pues sabe que hay algo más en juego.
El acto de Logue-peda trasgrede, así, la regla preestablecida por la deontología profesional, sea logopeda, didácta o psicólogo. No utiliza su posición de poder, que es poder de sugestión, sino para ponerse en el lugar que es consecuente con la estructura de la palabra, como si compartiera con el psicoanalista lacaniano la extra-vagante convicción de que su acto solo puede ser un acto de desciframiento a partir de algo que sobrepasa al sujeto —al terapeuta tanto como al paciente—. Para él, como para el psicoanalista, la palabra es la única que detenta su poder en el espacio secreto de la cura. Su condición es que ésta tenga lugar en su despacho, y no en palacio. Para el Rey, o mejor, para Bertie, es el peso de la palabra —palabra palaciega— lo que le enmudece.
El saber hacer de Logue-artista le aleja del furor sanandi del terapeuta, y le permite sortear los peligros del ‘efecto Amo’ de la sugestión, para buscar, tras la demanda formulable (curar su tartamudez), lo real de la causa que la grave inhibición de Bertie esconde. Puede, entonces, llevar —de nuevo, le asiste su arte, su osada inventiva— al Rey a afirmarse como hablante, sacudiéndose ese peso paralizante. Nos lo muestran las preciosas escenas en que el cuerpo a cuerpo ha de agitarse, arrastrarse, gritarse, articularse, pre-figurando el desprendimiento que le libere de la losa mortal. Es a partir de ahí que el paciente entra en el juego y se instala algo del orden de la transferencia, del amor, y, con ella la ‘confianza’ que Logue le solicita, pues sabe que es la condición de posibilidad de la cura. Confianza no para ejercer de Amo que cree saber cómo responder al sufrimiento del otro, sino un poder de orden distinto, el poder discrecional del oyente, que tiene en cuenta que el sentido de lo que se dice depende enteramente de quien lo escucha.
A partir de ahí el ‘real’ paciente puede —no sin trabajo— pasar de la mudez de la pulsión a la articulación del síntoma con que tendrá que arreglarselas para sostener a los británicos en el rechazo decidido a los delirios del nazismo. En esa partida todos estábamos concernidos en tanto peones del tablero de la historia. El artificio del Logue(peda) instaura el deseo en este Amo forzado que puede empezar a reconocer que siendo amo no es amo de sí mismo y que su deseo pende del deseo del Otro. Si la película nos conmueve es porque nos hace ver que no se trata de una extravagancia cualquiera; Otra-vagancia que se orienta por la vía del amor y la del arte como la que mejor puede sacarnos de las servidumbres acostumbradas.
Para el psicoanalista advertido el film también tiene un ingrediente valioso. Si su propio análisis le preserva, en principio, de la posición de amo, la apuesta de Logue le permite constatar que el arte, ese ‘saber hacer’ particular, es la torre que en el tablero de ajedrez puede decidir que se mantenga o no abierta la partida.
La escena final en que Jorge VI pronuncia el discurso crucial (estamos en el registro de la Historia con mayúsculas), y que algunos tildan de excesiva y sentimental, condensa toda la emoción que guionista, director y actores fueron construyendo desde un lugar que se teje con el hilo de la verdad: el lugar del sufrimiento y sus raíces oscuras en la propia experiencia de haber sido, de ser, infans, sin voz, que también han recitado muchas veces el “To be or not to be”, antes de poder hacer del deseo acto.
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1. Se ha confirmado el éxito y, con él, las versiones mediáticas sobre el que denominan “producto anticuado”. El titular de El País resume: La realeza venció a la generación 2.0. Ejemplo de profesionalidad entendida como servidumbre: la voz de su Amo apunta al imperativo de lo nuevo, que estaría encarnado en la otra candidata, La red social, de David Fincher, historia del éxito de un precoz tiburón del negocio más rentable. En ese duelo hollywoodense entre el éxito inmediato (sus crueldades) a costa de traiciones sin fin, y el logro trabajado con amor, esta vez ganaron los trabajos del amor. Quizá cuando todo es considerado “producto” —producto de consumo—el lugar de la creación, de la invención, queda excluido, resulta impensable.
2. Mi Oscar es para Geoffrey Rush, el olvidado y genial actor que encarna a Lionel Logue. El guionista David Seidler, que hasta los 74 años no logró llevar a cabo su obra de amor y reconocimiento, si obtuvo el galardón. Pero no hizo la película para eso, como sugieren nuestros periodistas: de niño era tartamudo y escuchó ese discurso en la radio. En los Oscar pudo hacer gala de magnífica dicción. Cuando al fin pudo hacer su obra, supo que el protagonista no era el Rey, sino Logue, aunque pocos se hayan ahora percatado.
Bibliografía Razonada
Servidumbres virtuales
Manuel Montalbán Peregrín
Si introducimos el término “servidumbres voluntarias” en nuestro buscador de internet habitual accederemos fundamentalmente a páginas de información jurídica. Concretamente en el código civil español el título VII está dedicado íntegramente a las servidumbres que se definen como un gravamen impuesto sobre un inmueble en beneficio de otro perteneciente a distinto dueño. Algunos autores manifiestan que este tipo de definiciones enfatizan el interés del legislador por establecer claramente que las únicas servidumbres reconocidas o posibles son las prediales (bienes inmuebles). Esto obedece al planteamiento original del Derecho Francés, que después de la conclusión de la etapa histórica feudal quiso positivizar en la ley la “ausencia” de servidumbres personales. En el desarrollo del título podemos encontrar diversos criterios de distinción, servidumbres continuas o discontinuas, aparentes o no aparentes. Incluso pueden ser establecidas por la ley o por la voluntad de los propietarios. Aquéllas se llaman legales, y éstas voluntarias.
Si añadimos la palabra “discurso” a las previas servidumbres voluntarias, la búsqueda en la red nos dirige invariablemente a la obra de Étienne de La Boétie. Se trata de un texto de misterioso origen, escrito por un jovencísimo La Boétie, amigo personal de Montaigne, a mediados del siglo XVI, que ha sobrevivido al olvido asegurando su reaparición casi automática en muchos períodos críticos de lucha contra el Estado autoritario. Su publicación en los años siguientes a la muerte del autor estuvo rodeada de polémica, escapando las primeras copias piratas del cuidado de Montaigne y del reconocimiento de la autoría de La Boétie en antologías anónimas, y su circulación estuvo ligada inicialmente a los partidarios calvinistas franceses y suizos. Ya en 1577 un hugonote ginebrino publica una edición completa con el nombre del autor y el sugerente título del “Contra Uno”, como también es conocido el escrito desde entonces, que difiere sin embargo del manuscrito De Mesmes, copia del original destinada a un amigo de Montaigne, que reapareció en el siglo XIX .
En la actualidad tenemos al menos tres ediciones en castellano del texto: la reciente reedición de Tecnos (2010) con traducción de J.M. Hernández-Rubio, la de Trotta (2008) traducida por P. Lomba, con presentación de E. Molina y lectura de C. Lefort, y la edición también de 2008 con lecturas añadidas a ésta de P. Leroux y P. Clastres, de la editorial argentina Utopía Libertaria. Podemos acceder virtualmente a las partes principales del texto a través de varias páginas, algunas de ellas de clara filiación anarquista, movimiento desde el que ha sido ampliamente reivindicado durante el siglo pasado.
http://www.fundanin.org/boetie.htm
http://www.temakel.com/texolabotie.htm
http://www.sindominio.net/oxigeno/archivo/servidumbre.PDF
http://www.muladarnews.com/2009/12/etienne-de-la-boetie-sobre-la-servidumbre-voluntaria/
BOLETIN ON-LINE nº 1
BOLETÍN ON-LINE nº 1
II FORO: LO QUE LA EVALUACIÓN SILENCIA
"Las Servidumbres Voluntarias"
Madrid, Sábado 11 de junio de 2011. Círculo de Bellas Artes
Presentación
Paloma Blanco Díaz
A-FORO es el boletín on-line del II Foro: “Las Servidumbres Voluntarias”. Nace con vocación de dar cabida y lugar a la voz y la letra de aquellos que se sientan concernidos por lo que la evaluación, como práctica preeminente de la que el discurso del poder hace uso, silencia. Publicaremos textos, entrevistas, noticias, curiosidades, anécdotas y ocurrencias, incluso. Recogerá también informaciones organizativas y prácticas sobre el Foro. Pretende un estilo estimulante, liviano, atractivo y ágil.
Nos orienta en nuestra reflexión el pensamiento de Sigmund Freud y Jacques Lacan. En la elaboración freudiana no hay oposición entre lo cultural y lo clínico. El surgimiento del sujeto está anudado al Otro socio-cultural de cada época; en este lazo el sujeto singular, cada uno de nosotros, nos sentiremos siempre un poco fuera de lugar, inadaptados, discordantes. Desde Freud sabemos que la cultura es un nudo mal construido, necesario y de imposible cura. Freud captó en el corazón mismo de lo que funda y sostiene toda civilización, el resto pulsional incrustado en cualquier dispositivo simbólico y que desvela la complicidad entre pulsión y ley. La renuncia a la pulsión que la civilización, la cultura y el hecho social implican, es injusta y está mal construida porque se impone bajo la lógica del para-todos, a todos por igual, sin tener en cuenta el uno por uno, la particularidad, la singularidad, las diferencias individuales Esta lógica dejará por ello, e indefectiblemente, un resto heterogéneo que va a contaminar la ley moral misma y permitir que la propia pulsión se disfrace de ley; es el fundamento y el peligro, siempre vigente, de la aparición del totalitarismo en el hecho político.
Lacan afirma que el inconsciente es la política y de ello podemos deducir que explorar el sujeto del inconsciente es explorar las modalidades del vínculo. El lazo tiene siempre en el imposible de la relación de encuentro completo con el semejante, en la no proporcionalidad entre los modos singulares de dolor y satisfacción de cada cual, su telón de fondo. Cualquier apuesta que suture y niegue la división subjetiva propia de los seres humanos se inscribe en la lógica totalitaria porque arrebata al sujeto la experiencia del inconsciente que no es otra que la experiencia del imposible que lo divide y fractura.
Nuestro cuestionamiento no recae tanto sobre el furor evaluandis en sí mismo, como sobre los efectos totalitarios de exclusión que el proceso evaluador denota. Es por ello que el Foro 2 sobre lo que la evaluación silencia, lleva como subtítulo las servidumbres voluntarias. Como señala Mercedes de Francisco en su texto de presentación de este segundo Foro, la evaluación se convierte hoy en día en un poder tiránico, porque su objetivo no es tanto el de la valoración y clasificación del objeto evaluado, cuanto la búsqueda del consentimiento de los sujetos a renunciar a aquello que en ellos mismos no puede ser evaluado porque es incomparable, no cifrable, in-des-cifrable. El estilo evaluador-cuantificador contemporáneo busca la dócil complicidad de los ciudadanos para que, haciendo como si no existiera, deje de existir cualquier variable subjetiva que no pueda ser medida porque sus magnitudes no sean cuantificables.
La tendencia no es sin consecuencias. El rechazo de la singularidad y particularidad que se resisten a dejarse atrapar por el número y el cálculo, produce efectos cada vez más preocupantes de violencia, discriminación y xenofobia en lo que al lazo social se refiere. En cuanto a la relación de los sujetos con ellos mismos, los estados generalizados de despersonalización e impotencia conllevan correlatos sintomáticos de depresión-adicción en sus diversas variantes y declinaciones.
¿Qué propicia en el propio sujeto la servidumbre voluntaria al poder tiránico de la evaluación?
A-FORO tiene como razón dar la palabra a aquellos que deseen pronunciarse sobre lo que la evaluación contemporánea quiere silenciar para que no tenga existencia. La existencia de A-FORO dependerá, entonces, de que se haga uso del lugar que propicia. Es por ello, futuro lector, por lo que te invito, no solo a la lectura, sino al ejercicio de la escritura. Puedes aportar textos, notas, artículos, comentarios, observaciones o bibliografía. Ahora tú tienes la palabra y esta publicación puede hacerse eco del uso que hagas de ella.
A continuación sigue el texto de presentación del Foro de Mercedes de Francisco y la primera entrega del avance bibliográfico.
Hacia el Foro 2
Mercedes de Francico
Aunque la evaluación no es un tema que se haya tratado mucho dentro del pensamiento contemporáneo, sin embargo, es un fenómeno esencial de los tiempos actuales.
La evaluación inunda la actividad de nuestras vidas, casi de manera imperceptible, desde los dispositivos sanitarios en su amplio espectro, hasta los educativos, empresariales, literarios, artísticos, e incluso la vida cotidiana. Es así como lo calculable, la medida, entra en nuestras vidas y nos afecta como sujetos. El poder administrativo, las políticas de gestión, la pesadez de su control informático y estadístico, se imponen y atraviesan los gobiernos. En principio, parecería que se trata de evaluar instituciones, grupos y no de individuos, pero son los individuos los evaluados, y el resultado de ella es tener a hombres y mujeres marcados por la comparación con el grupo de referencia o los parámetros que las agencias de evaluación imponen. Esta comparación siempre se salda con un negativo. En la clínica que nos ofrece la experiencia analítica esto es patente y claro, cada vez que el sujeto se compara sale “perdiendo”.
Nos atreveríamos a decir que el poder de la evaluación es tiránico porque lo que en esencia pretende, más que la propia evaluación, es conseguir del sujeto su consentimiento a esta operación. Con este consentimiento, con esta servidumbre, dejamos de lado lo incomparable de cada uno y pasamos a formar parte de esa masa evaluada. ¿Qué consecuencias tiene esto para los sujetos?: el propio rechazo de sí mismos, un empuje destructivo, al considerarse menos que los otros y, por lo tanto, merecedores de sufrir las consecuencias de este “deficit”. Vemos así proliferar los estados depresivos, angustiosos... las adicciones. Pero también, esto explicaría la sorprendente docilidad con la que los ciudadanos aceptan este estado de cosas que los lleva a la impotencia frente a cualquier acción que pudieran acometer.
Ya Étienne de la Boétie (1) ponía en primer término esa servidumbre voluntaria, como lo único que en último término explicaría el éxito de cualquier tiranía. Es este consentimiento del sujeto lo que en última instancia la hace posible. ¿Qué de lo propiamente subjetivo podría explicar esto? Con S. Freud y J. Lacan encontraremos respuestas a estas preguntas que se desplegarán en nuestro Foro. El psicoanálisis, por ocuparse de lo incomparable e inconmesurable de cada uno, permite a los sujetos reencontrarse con lo que les ha sido arrebatado, con lo imposible de evaluar. Desde luego no creemos ser los únicos que activamente defendemos lo más íntimo e inigualable de cada uno. Por ello, animamos a participar en este Foro a todos aquellos que quieran desenmascarar las nuevas formas que esta servidumbre adopta e ilustrarnos sobre su invención para resistir a ella.
Este segundo Foro, en continuación con el anterior – Lo que la evaluación silencia, un caso urgente: el Autismo (Barcelona, junio 2010) - se enmarca en un movimiento que Jacques-Alain Miller comenzó en el año 2001, con la publicación de sus Cartas a la Opinión Ilustrada (2) y que prosigue con la realización de Foros en París donde participan intelectuales, escritores, artistas, psicoanalistas, políticos.
Esta vez, la convocatoria tendrá lugar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el sábado 11 de junio de 2011.
Contaremos para empezar con la lista de correo forolacaniano@egrupos.net a la que os invitamos a inscribiros y con el boletín on-line A-FORO, desde donde os irán llegando textos, comentarios, entrevistas, curiosidades, cuestiones organizativas y que darán la oportunidad a distintas formas de participación. También contamos con el blog http://loqueevaluacionsilencia.blogspot.com/ donde podréis consultar los textos enviados.
(1) Étienne de la Boétie, Discurso de la servidumbre voluntaria. Editorial Tecnos. Madrid 2010.
(2) J.-A. Miller,Cartas a la opinión ilustrada, Editorial Paidós, Barcelona 2002.
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