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martes, 22 de noviembre de 2011

MESA 7. Salud Mental, ¿existe?




 II FORO: LO QUE LA EVALUACIÓN SILENCIA
 "Las Servidumbres Voluntarias"


MESA 7. Salud Mental, ¿existe? Coordina Santiago Castellanos

La iniciación a las servidumbres voluntarias
Juan Pundik
Concernidos por lo que la evaluación silencia: la función de acogida, o la nota de blues en la Salud Mental
Jesús Sebastián
Las servidumbres de la prevención
Montserrat Puig
Una apuesta por el sujeto
Ana Castaño



 

Juan Pundik. Psicoanalista. Presidente de la Plataforma Internacional contra la Medicalización de la Infancia. (Madrid).

“La iniciación a las servidumbres voluntarias”.


El ilustre pedagogo Gianni Rodari escribió “En la escuela tradicional no hay lugar para la imaginación. Lo que aprende el niño es a callar, hacer lo que se le ordene, aprender lo que no desea, ceder la autoridad sobre su tiempo y espacio, dejar fuera el juego, los amigos, el placer de inventar, la armonía con su cuerpo. Debe aprender a respetar el mundo tal como es. La libertad queda excluida.”

Escribió Platón “Un espíritu libre no debe aprender nada como esclavo. No se debe emplear la fuerza, se aprende jugando.”

La escolaridad actual, apoyada y secundada por padres y docentes, constituye el rito iniciación a las servidumbres voluntarias. A los niños y adolescentes que se rebelan, el 20% de la población escolar, se los somete a medicación y tratamientos cognitivos conductuales. Esta escolaridad, la psiquiatría y su Biblia el DSM-IV están al servicio de la corrupta industria farmacéutica, brazo fundamental de los estafadores globalizados que han robado las riquezas de todos, generando esta falsa crisis. El TDAH no existe. Para el DSM-IV las que habéis organizado este formidable Foro y los que participamos somos hiperactivos que debiéramos estar medicados.

El ser humano ha perdido su libertad y se ha entregado voluntariamente a la servidumbre. El 90% de la población vive enganchada a las adicciones: al alcohol, a los cannabis, a la cocaína, a las drogas de diseño, a los ansiolíticos, tranquilizantes, antidepresivos, hipnóticos para dormir y miles de medicamentos fraudulentos, a la tele, a los videojuegos, a la ludopatía y a los alimentos ingeridos como ansiolíticos. El soma de Un mundo feliz.

Ha llegado la hora de un enérgico y radical relevo generacional. Que, tal como lo demandan los rebeldes del 15-M, los corruptos sean enviados a la cárcel. Que los que se han repartido las riquezas patrimonio de toda la ciudadanía sean obligados a devolverlas. Que los desproporcionados y vergonzosos sueldos, prebendas y jubilaciones que se han fijado nuestros ilustres “representantes” sean derogados.

La militancia, la protesta, la rebeldía, la movilización y las legítimas reivindicaciones parecían haberse ahogado en un mar de pasividad, indiferencia, resignación y botellón. Sorpresivamente, hace escasos 30 días apareció en la red un grito virtual, pero no por eso menos estruendoso y conmocionante: ¡DEMOCRACIA REAL, YA! Todos a la plaza el 15-M. Y las plazas de España y del mundo se fueron llenando de jóvenes  exigiendo el cambio.

En los movimientos de masas y en este también siempre se han infiltrado oportunistas, provocadores y pendencieros. Los auténticos y honestos luchadores y reivindicadores trabajan para neutralizarlos y alejarlos. Corren el riesgo de ser ellos los neutralizados y apartados. Debieran ser apoyados por los que aspiran a poner en marcha una democracia real, libre de políticos, financieros y empresarios corruptos ávidos de poder y riquezas ilimitadas, eligiendo representantes que impulsen dinámica y creativamente la actividad económica, para que todos puedan ejercer su derecho a un trabajo, ingresos, una vivienda dignos y un futuro esperanzador. Albert Einstein “El mundo es un lugar muy peligroso, no tanto por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan pasivamente a ver qué pasa".

Debemos estar con los jóvenes del 15-M, acompañarlos y transmitirles nuestra experiencia para que no se repita lo del siglo pasado en el que muchos de estos movimientos desembocaron en fascismo o estalinismo. Estos jóvenes pretenden constituirse en el vivo testimonio de una generación que afirma haber decidido sacudirse las servidumbres voluntarias. Los de mayo del 68 proclamaron “seamos realistas exijamos lo imposible”, los de mayo 2011 advierten “ya tenemos Sol, ahora vamos a por la Luna”. Apoyémosles en su locura porque es la buena.

Pero hay algo que los del 15-M ignoran. Que para que el mundo, el país y las cosas cambien primero tenemos que cambiar cada uno de nosotros y y cada uno de ellos y que eso no es posible sin psicoanálisis. Porque el amo de las servidumbres voluntarias no ha cambiado y no está afuera. Está dentro de nosotros. Es el superyó que nos ordena el goce de servir voluntaria o involuntariamente, consciente o inconscientemente. Nos ordena gozar hasta morir.

Jesús Sebastián. Psicoanalista. Licenciado en Medicina y Cirugía. Director Gerente de la Fundación Atención Temprana (FAT) (Zaragoza)
“Concernidos por lo que la evaluación silencia: la función de acogida o la nota de blues en salud mental”.

Me he permitido una referencia musical, lo que sin duda es un atrevimiento por mi parte, porque, si la entiendo bien, introduce un matiz que es de gran interés para el asunto que nos convoca: la nota de blues, por la tensión armónica que genera al chocar con los acordes que se utilizan para acompañar, es responsable de la sonoridad dramática y de la expresividad características de ese estilo. Podemos decir que lo define. Pues bien, por el modo de su ejecución, si la forzáramos, para definirla, a encajar en la notación clásica, es decir en intervalos de semitono, sencillamente haríamos desaparecer esa sonoridad y esa especificidad del blues.

Quiero compartir con ustedes la experiencia de resistencia al empuje, descarado y amenazador, hacia una práctica devastadora que se desentiende de aquello que, de lo humano, en este caso el sufrimiento, no encaja en los vastos y rígidos moldes en que intenta ser colocado bajo la especie de la discapacidad o del trastorno. Estamos en el marco de un programa de titularidad pública, vinculados mediante contrato resuelto por concurso público a la provisión de servicios de atención temprana, más cerca del campo de la salud mental, o mejor del sufrimiento psíquico, que del campo de los déficit.

Nuestra resistencia se concreta en la permanente y tozuda oposición al uso de un sistema de tipificación modular (a, b, c) que pretende establecer las necesidades de tratamiento de cada niño, cálculo que finalmente se reduce a un computo de horas de tratamiento y de número de sesiones, y que se hace corresponder con una asignación económica, justificación última del sistema. Como si la viabilidad del programa público dependiera de lo que gastemos con cada niño, argucia que permite la reintroducción en la función pública de la hermana tornera con el goce que le es propio: tú pasas, tú no, tú… no se!

Por haber podido situar en nuestros centros la función de acogida como el dispositivo coherente para responder a la demanda del sujeto que sufre, orientados en eso por el psicoanálisis, podemos oponernos a un modo de acceso al servicio que se nos propone reducido al tiempo de cumplimentar una ficha de admisión y de realizar una entrevista protocolaria de presentación del centro y del programa, para pasar, seguido, a aplicar un tratamiento que ha sido decidido en otro lugar, mediante un procedimiento de valoración breve, poco matizado pero contundente, y por profesionales que no van a intervenir con ese niño, sino para evaluar nuestra intervención.

En lugar de esto, dedicamos todo el tiempo que cada cual precisa en su práctica para encontrarnos una y otra vez con cada niño y con su familia, hasta poder localizar y precisar de qué, cómo, en qué sufre cada sujeto y acordar con él los modos y las vías de su tratamiento. A partir de ahí es fácil que cada tratamiento avance en las vías que pueden permitir a un sujeto caminar, hablar, pedir, comer, aprender, vivir…

Lo podemos hacer por la complicidad y el compromiso de los miembros de cada equipo en esta sorda resistencia, también por haber contagiado un gusto por un hacer determinado y por privarnos de otros. Y también, ciertamente, por haber decidido poner a la gerencia, cuya función sostengo en este montaje, no al servicio de la gestión, sino al servicio del trabajo que cada día, cada niño y su o sus terapeutas llevan a cabo y al servicio del deseo que les anima a cada uno. Al servicio de esa función de acogida, garantizándole todos los recursos que precisa.

Con resultados económicos muy ajustados, muchas veces no se nos paga todo este trabajo, en cambio somos muchos trabajando en diferentes lugares de nuestra Comunidad Autónoma. Pero, sobre toda otra consideración, ¿ustedes se imaginan recibir un niño, una niña, una tras otra, asignados a un módulo a, b o c, e iniciar, así, sin más, una serie enloquecida de tratamientos, de sesiones, cronómetro en mano: “psicomó”, “logopé”, “fisioté”, “estimú”, “psicoté”, para conseguir rellenar adecuadamente los registros que permiten facturar a final de mes esa barbarie?, ¿se imaginan estar en ese goce estúpido desentendidos de la voz, la mirada, el llanto, la sonrisa, la queja o la protesta de cada uno de esos niños y sus padres?

¿Ustedes se imaginan un mundo sin blues? Yo no.

Montserrat Puig. Psicoanalista. Psiquiatra. Docente de la Sección Clínica de Barcelona ICF. CSMA de la Derecha del Eixample. (Barcelona)
“Las servidumbres de la prevención”

Prevenir: Prevenir el mal, prevenir el sufrimiento, prevenir la enfermedad. ¿Cómo podríamos no estar de acuerdo? Prevenir siempre es mejor que curar. Prevenir aspira al daño cero. Pero ¿es posible siempre? Y lo que es más importante ¿es legítimo a cualquier precio? ¿El fin justificaría en este caso los medios?
La medicina preventiva es uno de los logros de la medicina actual. Basada en el gran triunfo que ha supuesto la prevención en el campo de las enfermedades infecciosas. Pero la prevención ha alcanzado el estatuto de servidumbre impuesta cuando no voluntaria. Tomemos la exigencia en nuestra sociedad de llevar una vida sana, de llevar un “estilo de vida sano”. Es algo que se tiene por totalmente normal y deseable. Es una servidumbre voluntaria en aras a la prevención tanto de la enfermedad como del envejecimiento precoz (bueno lo de precoz ya es actualidad los 70 años). Es también una exigencia, una imposición, hasta la culpabilización del sujeto que se deje llevar por alguna satisfacción, o goce, poco “sano”.
No sé si han les ha llegado un mail muy divertido que circula sobre todo lo que deberíamos hacer cada día. En él se muestra no solo lo absurdo de la cuestión sino que es imposible y  paradójicamente incompatible con la vida. Si le dedicamos la vida a la prevención la vida se nos escapa. No se trata solo de no fumar sino de cosas como lavarse los dientes después de cada cosa que nos ponemos en la boca durante cinco minutos, comer 5 veces al día los nutrientes adecuados en cantidad y frecuencia masticando 10 veces cada bocado, dormir 8 horas diarias, andar 1 hora diaria, hacer el amor con la frecuencia adecuada, reír cada día unas cuantas veces, relajarse cada día, por supuesto amar y ser amado, estar informado de la actualidad para tener un juicio propio pero sin estresarse ni deprimirse (difícil tarea) etc., etc., etc.…al final del mail, y una vez hechas las cuentas, cada día debería tener unas cuantas horas más de 24 para poder mantenernos sanos. La ceguera es total.
Como ven varias de estas conductas preventivas están orientadas a nuestra salud mental. Si, mas allá de lo absurdo de la prevención total en medicina olvidando que vivir mata, es lo que tiene la vida que está orientada irremisiblemente hacia la muerte, el imperativo de la prevención ha alcanzado también a nuestras satisfacciones y a nuestros síntomas. Se pretende que un estilo de vida adecuado nos proteja del malestar de la vida, de los malos encuentros, de las consecuencias de las pérdidas y de las elecciones.
Para ello se realizan no solo campañas de prevención de la depresión, de la ansiedad, de los llamados trastornos de la alimentación sino también del pasaje al acto en los llamados Programas de prevención de la conducta suicida y últimamente el delirio preventivo ha llegado a la esquizofrenia. La paradoja es que si en principio la prevención se trata de evitar que alguien o un “segmento de la población” caiga enfermo lo que se está consiguiendo es que todos seamos potenciales enfermos es decir que todos debamos tratarnos como enfermos. Así los niveles de tensión arterial y de colesterol son cada vez más bajos y los parámetros de medición conductual que son los cuestionarios de screaning de los factores de riesgo y señales de alarma, cada vez más normativos.
Los cuestionarios de evaluación de la salud mental y de riesgo de sufrir enfermedad a capas cada vez más amplias de la población y en edades más precoces hace temer lo que puede llegar a ser un imperativo de homogeneización, todos iguales, borrando de la singularidad de cada sujeto. En una imposición en un sujeto medio estadístico, inexistente, que lejos servir para prevenir nada desvele más bien la imposibilidad de hacer efectivo el programa de la prevención generalizada.



Ana Castaño. Psiquiatra. Psicoanalista. Jefa de Servicios de Salud Mental de Moratalaz-Vicálvaro (Madrid)
“Una apuesta por el sujeto”.

Como psicoanalista que soy trabajando en la Institución pública quiero trasmitiros en pocas palabras y con la oportunidad que me brinda este 2º foro que es lo que propone
el psicoanálisis y que es lo que nos guía en esta civilización, llamada hipermoderna, sostenida en un pensamiento único de la cifra y la evaluación; la pseudociencia que impera en todos los ámbitos del discurso con su pasión biologizante tiene un especial calado en el campo de la salud mental llegando a producir una doble servidumbre: Por un lado formar parte de los agentes que mantienen el orden público establecido y por otro diagnosticar según los manuales al uso para aplicar el correcto procedimiento, procedimiento que incluye protocolos y guías de la práctica clínica avaladas por comités de expertos para arrancar de cuajo el síntoma que deja al sujeto en su desamparo siendo precisamente el síntoma una de las vías posibles para expresarse.

En la Salud Mental se trata de uniformar desde las clasificaciones y los psicofármacos, la diversidad que toca a lo más íntimo no es conveniente como ya nos adelantaba Lacan en "Acerca de la causalidad psíquica" cuando dice que no se presta a risa el pasar de la causalidad metafísica a la técnica científica ya que "un día se sabrá de encargos en serie de ideales a prueba de crítica" y podemos observar que ese día ya ha llegado con los avances de la manipulación genética incluso el malestar queda reducido a que algo en el ADN no anda bien.  Hoy en día en cualquier revista leemos que si uno no es feliz será por un problema con la serotonina. Entonces ¿qué entendemos por estar sano? ¿Que nos vaya bien en la vida, es decir en el amor, en el trabajo, con la familia? pero si uno se detiene un poco en la pregunta y comienza a hablar de cómo le va el desajuste se hace presente y aparecerá un mal entendido tras otro bajo la fórmula "me falta algo" "estoy bien pero....." "no sé qué me pasa", el ser parlante está dividido, escindido y tiene tendencias que insisten una y otra vez y que no son comprensibles a la razón: se hace daño, se hace echar, se hace callar, se hace odiar, cualquier variante del hacerse pero sin saberlo o si lo sabe no lo puede evitar: uno sigue fumando a pesar de toparse en la cajetilla con el slogan "fumar mata" o las terribles imágenes de los órganos dañados.

El psicoanalista se ocupa de ese malentendido, de esa tendencia que se repite, de la división subjetiva que se manifiesta en los tropiezos del lenguaje, no en lo que se dice sino en cómo se dice, como señala Lacan " en esa huella imperceptible que sabe ver el cazador del desierto: la pisada de la gacela en las peñas" y aunque el objeto del psicoanálisis es el inconsciente, que por fortuna no cumple con los parámetros de la metodología científica, tenemos nuestro método como refiere JA Miller en "Introducción a un Discurso del método analítico" al decirnos que  " si en la práctica no tenemos patrones, tenemos principios" y no tenemos patrones porque nos dirigimos a lo más singular del sujeto, a eso que no marcha y que es lo más propio de cada uno. Es por estar en juego el sujeto que la dimensión ética es imprescindible, ética que atraviesa los principios rectores del acto analítico. Uno de estos principios hace referencia a la formación del analista, formación muy compleja y comprometida ya que sin deseo no es posible el acto analítico: "dar lugar a lo nuevo que va a ocurrir".

La demanda, siempre consentida, a un analista debe ser avalada (avaluación clínica) por las entrevistas preliminares para localizar la posición del sujeto en la estructura, cuestión fundamental ya que es lo que va a orientarnos en la dirección de esa cura, no es lo mismo que se trate de una neurosis o de una psicosis. Es este tiempo preliminar para la subjetivación mediante los dichos del paciente lo que nos guía para comenzar el trabajo del inconsciente. Este trabajo no consiste en normativizarlo sino en que se responsabilice de aquello que lo enreda para saber hacer con lo que le es más sintomático.

El psicoanálisis es una práctica de la palabra y tiene su lugar en la institución de salud mental siempre que este sostenida en un deseo decidido por los que trabajamos en ella. Es incuestionable lo que aporta para poder pensar la psicosis y dar una salida digna al sujeto que delira.

Étienne de la Boétie en su "discurso de la servidumbre voluntaria"  nos dice que un modo de no ser sumisos pasaría no tanto por quitarle nada al tirano si no por nada darle, es por tanto la apuesta por el sujeto del inconsciente que propone el psicoanálisis lo que haría de dique a esta servidumbre sin medida.  





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